miércoles, 15 de agosto de 2012

Escuela y Familia: en actual divorcio



Escuela y familia: en actual divorcio


       Hablemos de la relación familia-escuela, en escenarios de vulnerabilidad socio-cultural.

        No cabe duda que la organización de la familia en el devenir histórico, se ha transformado. Si miramos los tipos de grupos familiares desde donde provienen nuestros educandos, es posible encontrar familias monoparentales, ensambladas o de padres separados, así como aún existen aquellas nucleares y también extensas, pero a medida que pasa el tiempo nos encontramos mayormente con las primeras mencionadas. La condición sociológica de la familia ha cambiado.

          Ha cambiado en su organización y en su función. El rol de los padres se ha desvirtuado, según Pilar Sordo, “los padres actuales hemos perdido la certeza, la sensación de establecer autoridad se nos fue”; así mismo Julián Marías hace referencia a la “dimisión de autoridad en lo que refiere a los padres”. Entonces, nos encontramos con niños y niñas, y digo niños y niñas porque me ubico en la edad de 7, 8 o 9 años, que dominan a sus padres, y padres que muchas veces temen a sus hijos, que no logran establecer límites ni normas porque para eso es necesario ser sistemático, es necesario decir que “no”, pero como no queremos tener conflictos con ellos, a todo le decimos que “si” transformándonos en sus amigos.

         Los padres no pueden ser amigos de sus hijos, lo que no quiere decir que se destruyan los lazos afectivos y de confianza entre ambos, sino por el contrario, nuestros hijos requieren de aquellos adultos que pueden orientarlos, organizarles su mundo, que logren dar la seguridad necesaria para que puedan desenvolverse en el mundo en que viven con confianza. Ningún hijo o hija, en periodo de formación, logra organizar su mundo de buena manera sino tiene las orientaciones adecuadas de la familia, pues la familia es su primer núcleo social y quienes le entregan los primeros valores y creencias que lo formarán como persona.

          La autoridad de los padres se relaciona estrechamente con cumplir con la palabra, una o dos veces se comunica la decisión, sanción o premio y eso se ejecuta, por ejemplo, no es posible decirle a nuestro hijos (as) que tienen un castigo por no haber cumplido con sus deberes y después de 5 minutos arrepentirnos y levantarles el castigo, o por el contrario, no podemos ofrecerles una premio por haberse destacado en alguna de sus obligaciones y después no dárselos ¿cómo ellos van a creer en nosotros? ¿Cómo van a creer en ese adulto que modela su vida si es una persona que no cumple? Nuestros compromisos con ellos y el cumplimiento de estos son los que nos dan la autoridad necesaria para que nos puedan percibir como adultos “creíbles”.

      Cuando los padres han perdido la autoridad, pierden las orientaciones de cómo formar a los hijos, y comienzan a reflejarse en la conducta de los niños y niñas. Este es el nudo de conflicto que involucra a la escuela.

        La escuela tiene como misión formar a los educandos que ingresan a ella desde parámetros de enseñanza que les permitan en un futuro socializar de la mejor manera en su mundo circundante y en aquel con que van a interactuar cuando sean adultos. Para lograrlo, la escuela debe mantener procesos sistemáticos, y en una de las áreas de formación donde debe ser metódica y perseverante es en la enseñanza de normas, de deberes y de hábitos. Esto es absolutamente necesario para lograr mantener una convivencia de calidad y para que cada uno de nuestros educandos, desde el cumplimiento de sus deberes, logre ser un niño, niña o adolescente responsable. Algunas de las normas que los profesores deben dirigir es el respeto por sí mismo y por el otro, es el valorarse a sí mismo y al otro, el validarse a sí mismo y al otro, siendo este otro un par o un adulto. ¿pero como la escuela puede lograr esto si se enfrenta con personitas que han perdido la certeza en sus propios padres que se supone son a los primeros que le debe respeto?. No es responsabilidad de ellos, es responsabilidad de los adultos que están dirigiendo su formación.

        Como existe una evidente diferencia en la manera de educar de estos dos núcleos socializadores, que son los primeros y los más importantes en la vida de una persona, se produce el enfrentamiento entre ambos y el distanciamiento por consecuencia. Es fácil encontrar experiencias donde el padre o la madre son citados a la escuela por algún conflicto mal resuelto al que ha sido enfrentado el menor, y podemos ser testigos de un enfrentamiento entre padres profesores, los primeros fehacientemente defendiendo la postura de su hijo o hija, porque como estos ya han perdido su autoridad, para aminorar esta culpa, defienden la postura de sus hijos sin lograr escuchar lo que se quiere comunicar, entonces frente a esto el profesor no tiene más que hacer que juzgar a esa familia y catalogarla como conflictiva rompiendo relación con ella ¿Por qué? Porque no se han logrado comunicar.
También es recurrente encontrar situaciones en que desde la escuela se cita una, dos, tres, diez veces al apoderado a cargo de aquel niño o niña y no hay respuesta a esta citación porque con suerte la familia apareció durante el proceso de matrícula y durante el año escolar son agentes invisibles. ¿Por qué? Quizás porque ya saben que al acercarse a la escuela escucharán mil críticas de sus hijos, o porque quizás saben que la escuela demandará mayor responsabilidad de ellos, pero como esto ya es una tarea difícil, es mejor que la escuela se encargue de su educación.

           La familia y la escuela se deben reconciliar, la educación de nuestros niños y niñas debe ser de ambos, pero no por separado sino en co-resposabilidad, donde el profesor conozca la realidad habitual de sus estudiante, pero no porque la presume, sino porque fueron sus padres quienes se la comunicaron, pues son ellos los que manejan mayor y mejor información de su vida; dónde la familia no ignore lo que pasó ese día con su hijo, lo que aprendió, con quien jugó, lo que más le dificulta y lo más importante, lo que sintió. Es imperiosamente necesario que familia y escuela re-construyan sus canales de comunicación, de una comunicación eficaz que conlleve a una formación integral de nuestros niños y niñas, sólo así se sentirán nuevamente seguros, confiando en los adultos que dirigen su vida. Al estar coordinados familia y escuela, se recupera la autoridad que requieren percibir los educandos para creer nuevamente en los adultos, recuperan la sensación de protección que necesitan para desarrollar habilidades que van más allá de las asignaturas, sino que habilidades que les permiten sentirse seguros y capaces que pueden "ser los mejores".


Cristina Valencia Pérez
Profesora de Educacion Diferencial PIE

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